Chía, 26 de Abril de 2020 Saludo
y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa
Ana. Lecturas de la Celebración"Quédate con Nosotros, Señor…” Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. En el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, encontramos toda
una catequesis. Dios se esconde de nuestros ojos físicos para no
imponerse a nuestra voluntad. Pero los que escuchan su palabra y se sientan a
su mesa lo reconocerán y gozarán de su presencia. El momento decisivo donde se
reconoce al Señor es al partir el pan, en la Eucaristía. Ahí arde el corazón y presentimos su presencia, pero para reconocer a Jesús resucitado hay que acercarse a la mesa compartida, al pan que se parte, a la comunidad donde los hermanos celebran con gozo la Eucaristía, así sea encerrados en los hogares, pero extienden a los demás la experiencia del pan que se toma en común. La historia de Emaús es una bella pedagogía de la fe: el entusiasmo de los primeros días, el desconcierto posterior, la duda, la desconfianza, la sospecha, la deserción, la dicha de volver a encontrar a Jesús, la zozobra cuando le perdemos de vista, el desconsuelo, el ruego para que se quede con nosotros. En la historia de los discípulos de Emaús, aparentemente el Señor no hizo caso a su petición de quedarse. Desapareció al instante. Pero ya la vida de aquellos viajeros no era la misma. Se les habían abierto los ojos. Aprendieron a reconocer a Dios bajo apariencias ordinarias. Comprobaron que su corazón ardía mientras caminaban a su lado. Regresaron al seno del grupo, a la primera comunidad cristiana, a la primera Iglesia. Allí los labios, antes amarrados anuncian:“era verdad, ha resucitado” Porque el mismo Jesús que se mostró a Simón se nos muestra ahora a nosotros, pero sólo es posible reconocerlo cuando compartimos el pan. A Jesús resucitado no lo reconocen en el camino, sino en la fracción del pan, indicando que la eucaristía es el sacramento de la revelación del resucitado. En Emaús las tristezas se convierten en la fiesta de la alegría, las dudas se hacen certezas, las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas y los fracasos se convierten en nuevas energías. Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calienta los corazones aún sin reconocerlo. Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de uno nuevo. Es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada. El encuentro con Jesús, permite a los discípulos cambiar su trayectoria, abandonar la dirección de la aldea para volver a Jerusalén.Es decir, volvieron a sus raíces, a encontrarse con la comunidad donde todo comenzó. La vida del cristiano ha de
ser camino de ida y de regreso; el regreso de la desesperanza al ardor del
corazón; de las desilusiones a las esperanzas; camino en el que necesitamos de
alguien que nos libere de la sensación del fracaso en el que nos vamos
hundiendo más y más. El ardor con el Señor resucitado, transforma la vida de
los discípulos. Así nace la comunidad cristiana, así nace la Iglesia. La Palabra de Dios nos da vida; la eucaristía
es fuente y cima de la vida cristiana; la
comunidad nos sostiene y alienta. Son las tres bases fundamentales de
nuestra vida cristiana.
En el camino de la vida, Jesús camina junto a nosotros. Aunque a veces no sabemos verlo, sumergidos en nuestros problemas y preocupaciones, él está con nosotros siempre, hasta el fin del mundo. No nos abandona, nos habla al corazón, si le abrimos nuestro oído y nuestro corazón, podremos escuchar su palabra. En el camino de la vida, Jesús se sienta a la mesa con nosotros y parte el pan que nos recuerda que él nos ha amado hasta el extremo. Esta es la experiencia de cada domingo, alrededor del altar. Jesús parte su pan y nosotros lo repartimos para todos. En los momentos en que estamos aislados, tristes, preocupados, y quizá deprimidos y desilusionados porque la angustia nos encierra, será necesario que Él se nos una y nos ayude a clarificarnos la ruta; que vaya poniendo luz para que nosotros mismos descubramos el camino.El Señor sabe que todos tenemos nuestros momentos de cansancio, de desaliento y la tentación de dejarlo, de abandonarlo todo. Jesús resucitado, que ahora se manifiesta en un clima pascual, nos abrirá los ojos de la fe y se nos revela en el espacio de la eucaristía, ahí donde mejor lo reconocemos y mejor se manifiesta resucitado. Como los discípulos que “en aquel tiempo contaron lo sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan", nosotros estamos llamados a dar testimonio del paso de Jesús por nuestras vidas; a saberlo reconocer en las llagas de los que sufren y en la fracción del pan eucarístico. Como creyentes resucitados nos han de certificar, no nuestras explicaciones racionales sobre la fe, sino toda una vida ofrendada a los demás. Más vale una llaga en las manos que mil explicaciones sobre el amor. Por algo, los signos pascuales que despertaron la fe, fueron sus manos, sus pies y la mesa preparada. Mientras avanzamos por el camino de nuestra vida, - que no está libre de tantas dificultades-, mostremos a los demás las manos gastadas en generosidad y caridad; los pies cansados yendo al encuentro de los necesitados y compartamos la fe, las alegrías y las tristezas, seguros que las dificultades de cada día se quedan sobre los hombros del Cordero pascual, que nos acompaña en la ruta de cada día, y nos espera en la Eucaristía.Emaús es el camino de los que buscamos al Señor y corremos a compartir el gozo y el calor espiritual con los demás. Como los discípulos de Emaús, digámosle, de corazón: “Señor, ¡quédate con nosotros! A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos, y a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén. |