Saludo 4° Domingo de Adviento, 23 de Dic de 2018, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 22 dic 2018, 18:13 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 22 dic 2018, 18:19 ]
Chía, 23 de Diciembre de 2018
 

  Saludo cordial y bendición para todos, en esta víspera de Navidad.

Ya llega el Señor…

El gadget que has añadido no es válido.

   En este último Domingo del Adviento, antes de la Navidad, lo interior y lo entrañable es lo que marca la pauta. El Evangelio nos cuenta el viaje de María a la casa de su prima Isabel. El primer paseo de Jesús. La primera visita a sus parientes. Describe la sensibilidad humana de María que al saber la noticia del embarazo de Isabel, no le envía una tarjeta de felicitación, sino que se hace presente y la acompaña en esos momentos difíciles. Le llevó la alegría, el gozo del Espíritu y el divino fruto de sus entrañas.

   En esta visita divina, las dos mujeres, María e Isabel, cantaron la grandeza de Dios que ha actuado en sus vidas; y los dos niños, -el niño Jesús y Juan el Bautista-, saltaron de gozo en el vientre de sus madres. El encuentro de Isabel y María, es el encuentro de dos mujeres cargadas con el misterio de Dios: Isabel a punto de dar a luz al precursor de Jesús. María gestando en su seno a Jesús. Las dos llenas de Dios. Su encuentro es un encuentro de vida. Isabel se llena del Espíritu Santo. El niño salta de alegría en su seno. Cada una reconoce en la otra el misterio de Dios.

   Fascinada por Dios, María de Nazaret encarnó la espera y la fe de Israel y se fio plenamente del Señor al decir:

"Hágase en mí según tu palabra".


   Esta aceptación de la voluntad divina es un eco de la actitud de Cristo mismo al entrar en la historia de los hombres. 


   La fe de María fue apertura y disponibilidad incondicional ante el Señor. 


   En toda ocasión, desde el anuncio del ángel hasta pentecostés, pasando por el calvario, María sobresalió por su fe entre los pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de él la salvación.

 

   Isabel reconoce en María su maternidad divina, cuando llena del Espíritu Santo, fue la primera en llamarla bendita entre las mujeres y "madre del Señor"; fue la primera en conmoverse ante la presencia de Jesús, y grita llena de júbilo: "Bendito es el fruto de tu vientre", reconociendo que las verdaderas bendiciones son las que vienen desde las entrañas, del alma y del fondo del corazón. Es ahí en donde Dios habita, ama, crea, renueva y bendice por toda la eternidad. Isabel reconoce la grandeza de María para creer en la Palabra de Dios. En contraste, con Zacarías que sigue mudo por dudar de esta palabra.

 

   Con Dios sucede igual que con las montañas. 


   De lejos parecen pequeñas, pero a medida que nos adentramos por los valles y quebradas percibimos mejor la altura imponente de sus cumbres, y al ir escalándolas nos entusiasma la majestuosa grandeza del panorama que se abre ante nuestros ojos. 


   En esta situación se encontró María, y desde la fe vivió su maternidad divina y su condición de primera cristiana. Para eso necesitó ratificar continuamente su "hágase" inicial.

 

   También cada uno de nosotros necesitamos salir de nosotros mismos, y caminar llevando a Cristo en nuestro corazón, vivir la fe y ser apóstoles de ella ante los demás; vivir el amor y servir a quienes nos rodean, crecer en esperanza y transmitir ilusión. No basta estar al lado de alguien, hay que llevar vida, hay que llevar el corazón lleno. 


   Todos necesitamos de alguien que despierte lo que duerme dentro de nosotros, que despierte nuevas esperanzas y nuevas ganas de vivir. Damos lo que vivimos, lo que llevamos dentro. Por eso, todo encuentro debiera ser una primavera que estalla en jardín de flores. La simple presencia ya es la mejor palabra, y la presencia de Dios no necesita de muchas palabras.


   Por un instante el mundo se detiene y celebra en armonía el nacimiento del niño Dios. ¿Qué le tenemos preparado al Señor Jesús? Dios no necesita cosas, necesita de nosotros, y nosotros no necesitamos juguetes, necesitamos de Dios y de nuestros hermanos. 


   La esposa no necesita el último perfume, necesita al esposo. Los ancianos y los mayores no necesitan guantes finos, necesitan que sus hijos y nietos les calienten las manos con su calor. 

   

Dar cosas es lo más fácil, darse uno mismo es difícil pero es lo más bello. Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no necesita nada, solo nos necesita a nosotros, de nuestro corazón, como el más hermoso pesebre.

 

   Ayúdanos, Señor, a prepararnos y vivir la Navidad, con la actitud de María, y llevados de tu mano, hacer que tú nazcas en nosotros y transformes nuestras vidas. Bendigamos la fe de María, y con esa fe en nuestro corazón dancemos ante el Niño que ya llega. Ojalá también nosotros, como María, le hagamos un lugar a Dios en nuestra alma. 

 

   En nombre de nuestro Obispo, Monseñor Héctor Cubillos Peña, y los sacerdotes que los hemos acompañado en este año 2.018, les deseamos una feliz navidad en familia y un año lleno de bendiciones. Que el Señor Jesús, su santísima Madre, y nuestra patrona Santa Ana los acompañen y protejan siempre. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía