Chía, 7 de Febrero de 2021
Saludo
cordial a todos ustedes, discípulos y misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
"Sáname,
Señor"
Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
El Evangelio de hoy nos muestra cómo es una jornada de Jesús. A solas con Dios, y en
oración, aprendía a mirar con compasión, a estar cerca del que sufre. Aprendía
a unir su palabra con sus acciones de amor.
Al acoger y curar a los enfermos y poseídos, al reintegrar a la comunidad a los marginados, a los excluidos, puso de manifiesto la nueva ley de amor y la fuerza de la Buena nueva. Y no solamente sanaba a la persona, sino que, al sanarla, la colocaba al servicio de la vida de los demás. En la curación de la suegra de Pedro, descubrimos la profunda sensibilidad humana del Señor ante el dolor humano: “se acercó, la tomó de la mano y la levantó”. Ante la multitud de enfermos reunida ante la puerta de la casa “sanó a muchos que sufrían diversos males, y expulsó a muchos demonios”. Ante el dolor humano, Jesús es totalmente sensible. “Él se hace cargo del dolor humano, tomando nuestras debilidades y cargando sobre sí nuestras enfermedades”. Una de las cosas que más aparece en el Evangelio es la curación de los enfermos. Diera la impresión de que la fiebre no tiene mayor importancia. Sin embargo, Jesús sabe que la suegra de Simón está con fiebre y acude a curarla. La casa de Pedro es como la casa de Jesús, y Pedro como puente de mediación, los acerca a Jesús, en aras de la salvación. Jesús, que vino a anunciar la buena noticia a los pobres, se acerca a la suegra de Pedro, la toma de la mano y la levanta. Actitudes que definen su estilo de vida, que han de seguir también sus discípulos.La fiebre no es una enfermedad, pero sí es señal e indicador que estamos enfermos y que algo anda mal dentro de nosotros. Es señal de no poder servir a los demás, y más bien, quizá, de aprovecharnos de ellos, porque nos encierra sobre nosotros mismos. El Evangelio, luego de la curación, recalca que, liberada de la fiebre, “se puso a servirles”. Jesús sana los cuerpos y las almas; nos sana enteros o no nos sana. La curación impulsa al servicio como una forma de agradecimiento, y el “ponerse a servir”, es la sanación misma del alma, porque es pasar del egoísmo de “servirnos de los demás”, a “servir a los demás”. Cuando Jesús nos sana, la primera actitud ha de ser cambiar de vida, y - como la suegra de Pedro-, servir a los demás, como el Señor, que no ha venido a ser servido sino a servir. Tendremos que reconocer de cuántas fiebres, enfermedades y pecados nos cura el Señor, y dejar que él nos sane de cuanto nos tiene postrados, de cuanto nos quita la libertad, de las fiebres que nos encierran en nosotros mismos y de la apertura al servicio y a la caridad.La misión de sus discípulos, - que es parta todos-, es de ser la voz del Señor en tantos lugares en los que no se le oye. Si Jesús se movía de un lado a otro anunciando la buena noticia, si con sus manos curaba a los enfermos y oprimidos, si bendecía a quienes estaban angustiados, ahora nos llama para ser sus instrumentos, sus pies, sus manos y su corazón aproximándose a los que están sufriendo. Si el Señor nos ha curado de tantas fiebres y nos ha levantado de tantas debilidades y caídas, es par que, una vez renovadas nuestras fuerzas, podamos servirle prolongando lo que ha hecho en nosotros, hacia los más necesitados. Es frecuente acudir a Dios cuando algo nos duele o cuando la enfermedad nos postra en cama. Pero ¿y qué sucede cuando luego nos sanamos? ¿Seguimos acudiendo a Dios o simplemente esperamos a una nueva enfermedad para acordarnos de él? Pedimos a Dios que nos sane, pero luego ¿somos capaces de preocuparnos por la salud de los demás enfermos? Todos nos protegemos contra el virus del covid y nos da terror tan solo pensar en una UCI, pero ¿Cuántos debiéramos estar en la enfermería del espíritu, porque tenemos enferma el alma o el corazón con el virus del pecado? La señal inequívoca de haber sido curados por Jesús y que realmente estamos sanos del todo es que, comencemos inmediatamente a servir a los demás. Lo que Jesús quiere es el “cambio de mentalidad”, el “cambio de corazón”.Pidámosle al Señor, médico de los cuerpos y de las almas, que bendiga y premie abundantemente a quienes se dedican al cuidado de los enfermos, porque ellos prolongan el afecto, el sentimiento de amor y la cercanía del mismo Señor para con los enfermos. No olvidemos que el mejor bálsamo para el dolor es sabernos acompañados por el Señor. Permitámosle que se acerque, que nos tome de la mano, que nos entregue la salud divina y, como la suegra de Pedro, sirvamos a cuantos lo necesiten, a través de palabras de consuelo y caridad efectiva. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja y acompañe. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía
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