Chía, 10 de Febrero de 2019 Saludo y bendición a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “Por tu Palabra, Señor, echaré las redes” Después de ser rechazado por sus compatriotas, Jesús comienza la aventura de elegir hombres sencillos, limitados y pecadores, pero dispuestos a dejarse formar por Él para impregnar el mundo, con su humilde huella, los mismos pasos y huellas del Señor. El Evangelio nos presenta la elección de Pedro que, postrado a los pies del maestro, recibe el llamado:
“No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.
El Señor con su Palabra lo anima y nos anima a seguir mar adentro; con su presencia no hay cabida al desaliento ni al pesimismo porque Él va siempre delante. Teniéndole a Él, aunque dudemos de nuestras habilidades y capacidades, nunca dudaremos de lo que el Señor nos asegura:
“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el final del mundo”.
Hay dos momentos claves de Pedro con el Señor. Primero, cuando Pedro no podía entender que el camino de Jesús tenía que pasar por la Cruz y trató de disuadirle, a lo cual el Señor le responde: “Apártate de mí, Satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios”. Y ahora, ante el milagro de la pesca, Pedro queda pasmado ante Jesús y no se siente digno de estar en su presencia, por eso exclama: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Ahora es Pedro que se siente pecador delante de Jesús. Cuando le negó se sintió tan mal que lo único que hizo fue llorar, y ahora se siente incómodo y no logra entender que, precisamente por ser pecador es cuando más se necesita de Él. Justamente, porque se es pecador, es cuando más urgencia tenemos de Dios. No obstante, la condición pecadora de Pedro, Jesús lo convierte en “pescador de hombres”. Todos los momentos son válidos, cuando se trata del llamado que nos hace el Señor. Es la fuerza de su Palabra la que está por encima de nuestros estados de ánimo, de nuestro pecado. Él conoce que somos vasijas de barro y, aun así, diseña en nosotros preciosas herramientas, aptas para trabajar por su Reino. Cuando todo parece oscuro se presenta Dios en la vida y nos manda a echar las redes, a seguir luchando y a no darnos por vencidos. Cuando ya no creemos ni en nosotros mismos, ni en nuestras capacidades porque el pecado nos arredra, aún nos queda la fuerza de la Palabra del Señor, para proclamar con fe: “Por tu Palabra echaré las redes.”
En la sincera expresión de Pedro, “Apártate de mí que soy un pecador” cabemos todos. Quizá nos hacemos a la idea de que Dios ya no nos quiere porque somos pecadores. Que nos abandona a causa del pecado y que todo lo que nos acontece es castigo suyo por alejarnos de Él. Por el contrario, como criaturas limitadas y pecadoras, siempre estamos necesitados de Él, de su misericordia y su perdón. Sabe que siempre tendremos que recurrir a Él para sanarnos porque el pecado es como una infección que alcanza a toda la humanidad y nos enferma. Él mismo sentenció: “no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos”. Jesús que llamó a Pedro, Santiago y Juan, nos llama a todos, aunque vayamos cansados y con las redes de nuestra vida vacías, para que nos impliquemos mutuamente en la pesca de la salvación, siempre y cuando confiemos en su Palabra, porque sin el Señor, nuestras redes estarían vacías.
San Agustín, a propósito del Evangelio de hoy, comenta que: “Recibieron de Él las redes de la Palabra de Dios, las echaron al mundo como si fuera un mar profundo, y capturaron la muchedumbre de cristianos que vemos y nos causa admiración”. Usemos las redes que nos da el Señor. Como dice San Ambrosio: “Estos instrumentos de pesca de los apóstoles no hacen perecer a la presa, sino que la conservan, la salvan de los abismos y la sacan a la luz, conduciéndola de los fondos bajos hacia las alturas… “. El encanto de la pesca es que se trata de la búsqueda de lo que es difícil de alcanzar, pero alcanzable. La pesca es, de hecho, una serie perpetua de ocasiones para la esperanza. Dejemos, entonces, que Dios se valga de nosotros para que, con nuestro testimonio de vida, se llene la barca del Señor. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos; que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. |