Chía, 13 de Febrero de 2022 Saludo y bendición queridos discípulos y misioneros de esta comunidad de Santa Ana. “Vivamos felices, pero con la felicidad de Dios en el corazón" En el Evangelio de
hoy, Jesús nos presenta los ideales y las metas que han de animar a quienes
quieran ser dichosos o bienaventurados. Jesús
da a sus discípulos la carta magna y el programa de la felicidad del alma, la
que no defrauda. Las palabras: "¡Dichosos!";"¡Felices!", “Bienaventurados” lo
resumen todo. Así como los pulmones necesitan del aire. Las bienaventuranzas
son los ideales de vida a la luz del evangelio. Acordémonos del joven rico que
quería seguir a Jesús; desde pequeño cumplía los mandamientos, pero fue incapaz
de cumplir con las bienaventuranzas que le darían la vida eterna.
Jesús menciona una
serie de realidades negativas propias del ser humano: tristeza, llanto, hambre,
persecución, deudas, pérdida de seres queridos, abstinencia, desastres,
acusaciones falsas. Uno se preguntaría: ¿Acaso Dios quiere que haya pobres, o que haya hambre en el mundo, o que pasemos la vida llorando, o que nos persigan y maten? No, Dios quiere ver a sus hijos felices. No se trata de aceptarlo todo de manera pasiva; al contrario, si se aceptan, es porque ellas nos reservan algo pleno. Lágrimas, persecuciones, hambre o cualquier fracaso, puestas a los pies del Señor, que lo soportó todo, serán bienaventuranza eterna. Frente a la mentalidad del mundo y de la lógica humana, las bienaventuranzas nos colocan, por anticipado, en el campo de la fe, de la gracia y en el campo del corazón de Dios. Habrá que evitar perder el tiempo en distracciones que solo dan alegrías que se acaban demasiado pronto. En la marcha hacia el cielo sólo sirven las sendas de las bienaventuranzas para ir tomados de la mano de Dios. Ellas son como el bastón que nos sostiene. Cuando el jugador de fútbol hace un gol, está corriendo detrás de la felicidad. Cuando los jóvenes eligen una profesión, lo hacen buscando la felicidad. El que siembra y el que cosecha, lo hace buscando también la felicidad. Acaso el que roba, el que miente, o el que engaña, ¿no pretenden con ello ser felices? ¿Se puede ser feliz obrando mal? Es claro que no todo sirve para alcanzarla. En el tema del dinero, es claro que él no puede comprar la felicidad, aunque pueda comprar aquello que tiene apariencia de felicidad. Las bienaventuranzas, así estén en abierta oposición con las ofertas del mundo, son la hoja de ruta hacia la verdadera felicidad.
Esa es la máxima aspiración de todos, pero no es fácil conseguirla y menos de cualquier manera. La verdadera felicidad no la dan las cosas sino la presencia de Dios en el corazón. Hay muchos que son materialmente ricos y son desprendidos, como también hay muchos materialmente pobres, pero muy apegados a lo poco que tienen. Se puede tener mucho y ser infeliz porque vive ansiado tener más, y sufre porque otros tienen más. Lo importante ha de ser la actitud del corazón frente a las cosas. El cuerpo no es malo. Lo malo es el uso que hacemos de él. Lo que Jesús nos pide son corazones que nunca pierdan la libertad de espíritu para optar por lo más alto. La expresión de Jesús: “por causa mía”, nos da la clave para ser dichosos. En medio de las aflicciones, él siempre será la causa de la felicidad. Detrás de aquello que suena a desgracia e infelicidad, se esconde la felicidad. Entonces la persecución vendrá en aras o a causa de la justicia; la alegría del Reino será fruto por la pobreza de espíritu; luego del sufrimiento vendrá el eterno consuelo. Para Jesús, la base de felicidad es más profunda que una simple tranquilidad lograda por las dichas efímeras. Permitamos que las bienaventuranzas nos coloquen de la parte de Dios, no de lo efímero. Es como si el Señor nos felicitara porque logramos entender y aceptar esos retos e ideales del Reino. Es como si nos dijera: “Dichoso tú que has tenido la gracia de entender”. “Bienaventurado tú que has aceptado en tu corazón este Evangelio”. Las bienaventuranzas van forjando en nosotros, de manera anticipada, el cielo, y nos ayudan a levantar la mirada para no tropezar. Son la brújula en el camino para llegar a él, y aunque no sea fácil realizarlas, contienen promesas divinas: “Heredarán la tierra, serán consolados, serán hijos de Dios, consolados por Dios, alcanzarán la misericordia de Dios…Y todo: “porque verán a Dios”. Preguntémonos: ¿Qué alegrías atrapan nuestro corazón? ¿Quién o qué hace de verdad feliz a nuestra alma? ¿Buscamos la verdadera dicha, o sólo dichas pasajeras? Tratemos de ser felices con lo que tenemos, antes que lo perdamos (Piedras en el bolsillo… que eran piedras preciosas…) - Lo pasajero dura un instante, la felicidad es una manera de ser. La verdadera felicidad, la que Jesús nos trae, pasa por el crisol de las pruebas.
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla, es envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos; que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Padre Luis Guillermo Robayo M. |