Chía, 20 de Febrero de 2022
Saludo y bendición queridos discípulos y misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
“El Amor de Dios. La Medida Perfecta"
Este Evangelio nos
desinstala a todos de nuestras seguridades y tranquilidades. Y hasta es posible
que, a más de uno nos haga preguntarnos si ¿somos
realmente cristianos (1)? La vida de sus discípulos, no puede ser igual a la de todo el mundo.
Frente al enemigo que nos odia o nos calumnia o nos maltrata, el mundo responde
con odio o con venganza. El Señor nos invita a superar la antigua ley del
talión, que exigía “ojo por ojo y diente
por diente”. Ahora es la nueva ley del amor sin límites, a la medida de Dios.
Jesús cambia de estrategia: “Amar a los enemigos”; “hacer el bien a los que nos odian”, “Bendecir a los que nos maldicen”, “Orad por los que nos “injurian”. Todo parece al revés de este mundo, pero ese es el modo de ser de Dios, y los criterios del evangelio. Podemos estar en el mundo, pero “sin ser del mundo”. Si este nuevo estilo de vida lo pretendemos realizar con nuestras propias fuerzas, es difícil y hasta imposible. Solo unidos a Dios, podremos amar y actuar con los demás, en la lógica de Dios. Jesús nos propone un cambio de mente y de corazón. Muchos podemos pensar que es difícil, otros, que es imposible, pero lo importante es tener la esperanza cierta en que podemos ir transformando nuestro entorno si somos capaces de ir transformándonos por dentro. Según el mandamiento del Señor, entre más nos amemos a nosotros mismos, - como Dios nos ha amado-, podremos ver reflejado ese amor en los demás. Solos no podemos, porque más pueden nuestras seguridades, caprichos y egoísmos. Pero si estamos unidos a Dios y a una comunidad que nos ayuda y rodea, es posible ese cambio de vida.Es ley sagrada: “Obrar con los demás como quisiéramos que ellos obraran con nosotros”. Estas palabras debemos tenerlas muy presentes en nuestra tarea diaria. Es la forma cotidiana de coherencia y testimonio. Los criterios del Señor son la otra forma de amar, de comportarnos y de ser justos. Ahí descubrimos que el otro es importante, que todos cometemos errores, y que todos somos sujetos del perdón y de perdonar, sin pedir nada a cambio, porque todos salimos ganando. La vida es un espejo que nos permite reconocer en cada uno de nosotros, los rasgos de Dios; que somos propiedad suya, y que brilla a través de las acciones de nuestra vida. Si nuestro actuar estuviera de cara a los demás, ¿nos avergonzaríamos o nos sentiríamos orgullosos de lo que hacemos? Debemos reconocer que en nuestra propia vida hay situaciones que causarían profunda vergüenza si fueran hechas públicas. Delante de la presencia de Dios, ¿sentiremos o paz o vergüenza? He ahí por qué el Señor nos recomienda “no juzgar para no ser juzgados”. Decimos que los juicios del poder judicial, no nos inspiran confianza. Y nosotros, en cambio, si nos sentimos con la capacidad de ser jueces de los demás. La diferencia es que, en el poder judicial se lleva a cabo un proceso con abogados defensores. ¿Cuál es nuestro proceso cuando juzgamos y condenamos a los otros? ¿Y qué abogado tienen para defenderse de nuestros juicios? Cuando aparece la tentación de juzgar a otro, tendremos primero que reflexionar en nuestro propio juicio. San Agustín lo expresó así: Si quieres dejar de pensar en las fallas del otro, lo que hay que hacer es enfocarte en las tuyas. Es una cuestión de respirar profundamente y antes de criticar al otro, preguntarse: ¿Cómo es que yo puedo ver tan rápidamente las fallas del otro? ¡Puede ser que yo tenga fallas semejantes, o aún peores! En la lógica del Señor, es la humildad, el servicio, el amor y el perdón, lo que transforma el corazón en misericordioso. Y la misericordia nos libera de la venganza, del odio, del resentimiento y del rencor, que suelen ser las llagas de un corazón que no sabe amar, ni sabe dejarse amar, porque un corazón lleno de odio es un corazón podrido, amargado. Perdonemos, como Dios nos perdona, y nos encontraremos con un corazón nuevo.Las fuerzas no las medimos peleándonos, sino perdonándonos. Por la fuerza no se llega a ser más, ni a estar más arriba. ¿Nos hemos mirado al corazón cuando negamos el perdón a los demás? ¿No habremos sentido que el “rencor, la rabia, la venganza” se han apoderado de él? ¿Nos habremos sentido felices? Pensemos que, si juzgamos a alguien, el Señor nos juzgará con un doble rigor. Pidamos al Señor, que nos dejemos llevar por el noble reto de “hacer” y “ser” cristianos que dejemos en alto tal condición. Sólo en Dios, desde Dios y con Dios, podemos desempeñar el papel que nos corresponde.Que nos animemos a descubrir que, juntos y con cada mejilla enrojecida, con cada gesto de generosidad desinteresada, de amor sin reservas, de perdón y de humildad, sí es posible conquistar el reino de Dios.
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos; que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Padre Luis Guillermo Robayo M.
|