Saludo 7° Domingo Pascua, Solemnidad de la Ascensión, 24 Mayo 2020, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 23 may 2020, 10:52 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 23 may 2020, 13:39 ]
Chía, 24 de Mayo de 2020

   Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
 Lecturas de la Celebración

Testigos de la Eternidad
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Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
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Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


   Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo. Su partida marca el término del tiempo del Señor entre nosotros y da comienzo al tiempo de los discípulos, el tiempo de la Iglesia. Antes de ascender al cielo, Jesús reviste a sus discípulos con su bendición, para dejarlos habitados y revestidos de él; luego les asegura su eterna presencia: “…Y Yo estaré con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo”.
 

   Esta solemnidad nos recuerda que, desde el bautismo, la humanidad redimida está en una íntima unión con Cristo; y como Iglesia, cuerpo místico, también estaremos unidos a Él que es nuestra cabeza. Vale la pena que nos dejemos “contagiar” de este impulso divino de la humanidad y de la historia. La ascensión es “punto de llegada”, al terminar el camino terreno de Jesús, y también es “punto de partida”, al comenzar la tarea misionera que Dios encomienda a cada uno. Hoy Jesús se despide, pero no es un alejamiento definitivo, porque regresará a perfeccionar al ser humano y a toda la creación. 

   Exaltado a los cielos, el Señor seguirá permaneciendo con nosotros. No nos deja solos. Nos deja la imagen del Padre grabada en nuestros corazones y se lleva grabada en su corazón los rasgos de nuestra débil naturaleza, para colocarla junto al Padre celestial. Si Jesús está en lo más alto de los cielos, nada ni nadie estará por encima de él. Él es la meta más alta a la que aspira la humanidad. San Agustín, lo expresó de esta bella manera: 

   “El Señor se fue, pero sigue estando. Nosotros estamos aquí, pero de alguna manera estamos también con él. Nuestra vida está en la tierra pero nuestro corazón está en el cielo; y teniendo nuestro corazón en el cielo, buscamos las cosas de arriba, mientras que las cosas de la tierra se relativizan. Jesús, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; ahora que vuelve al cielo, tampoco nos deja. Cristo es la cabeza del Cuerpo, y si la cabeza ya está glorificada, de alguna manera también estamos glorificados con él”. 

   La felicidad sólo la encontramos en Dios. Muchos la buscan en las riquezas. Pero cuantas más riquezas tienen, más quieren. Uno nunca queda satisfecho. Algunos parecen que lo tienen todo y, sin embargo, se sienten vacíos. 

   Buscan la felicidad donde no está y, al no encontrarla, caen en la desesperación. Nosotros, además de mirar al cielo, tenemos que mirar a la tierra y seguir avanzando al cielo, sin descuidar nuestras tareas. Como el ciclista que, para mantener el equilibrio, tiene que pedalear y avanzar, nosotros sólo nos mantendremos unidos a Jesús, si avanzamos junto a él. Él no nos ha dejado solos, va a nuestro lado y muchas veces nos lleva sobre sus hombros. 

   Cristo, en su Ascensión, ya ha alcanzado lo que nosotros esperamos: el gozo de estar con Dios. Si queremos seguir su camino, hemos de procurar un estilo de vida digno del ser cristiano, aunque esto signifique remar contra la corriente. Acordémonos que el pez que está muerto es el que se deja llevar por la corriente, el pez que está vivo, no.

   El cielo que nos promete el Señor, no se encuentra solamente sobre nosotros; él está en nuestro corazón, en la intimidad de Dios con nosotros, como una realidad y una tarea. Por eso con la ascensión comienza la misión de la Iglesia: ir por todo el mundo anunciando el evangelio, es decir, anunciando la “aspiración a las cosas de arriba”, y el deseo de participar de la misma gloria de Cristo. 

   Si el Señor nos deja con los pies en la tierra, nuestra mirada, nuestra alma y nuestro corazón, se levantan al cielo. Lo que indica que, además de mirar al cielo, habrá que grabar en los senderos del mundo, el Reino de Dios. Habrá que ir tras las huellas del Señor, con la certeza que «Él  estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo». 

   Sin dejar de mirar al cielo, ¡debemos actuar! ¡Hay mucho por hacer! ¡Mucho que cambiar en cada uno de nosOtros, en los demás, en la sociedad y a nuestro al alrededor!  Hay que transformar nuestros corazones y este mundo desde sus cimientos, con la fuerza de su amor. El argumento fundamental, es que Cristo ya nos ha incluido de alguna manera en su destino final. 

   Que esta solemnidad se traduzca en una bellísima tarea para que los padres graben en los corazones de sus hijos la imagen de Dios, a través de la oración y de la vida espiritual, los encaminen por los senderos del cielo, y los enseñen a buscar los tesoros de Dios. 

A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.


Padre Luis Guillermo Robayo M. 
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía