Chía, 10 de Marzo de 2019 Saludo y bendición en esta Cuaresma, a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “Dios Nos Dio Ojos Para Ver…Y Párpados Para No Ver” En este primer Domingo abrimos el camino de la Cuaresma con la escena de las tentaciones
de Jesús. El mismo Jesús experimenta las tentaciones, enseñándonos que quien se
une a Él, podrá afrontarlas y vencerlas. Su batalla contra el demonio, es una
fuerte advertencia para que no nos dejemos engañar por lo fácil, lo caduco y
que no lleva a ninguna parte. Será preciso mirar adelante y no atrás. Nos
recuerda que la Esperanza es posible; que el desierto y las luchas son largas,
pero no son el final, porque al fondo del túnel alumbra el sol de la mañana de
Pascua. Sólo Jesús pudo dar un no rotundo al mal. Después del bautismo en el Jordán, la primera palabra que Jesús dijo fue, no al tentador y a sus tentaciones. No sólo al pan, no a los reinos de este mundo y no a cientos de guardaespaldas angélicos. En Jesús, el todopoderoso, tenemos la clave para no caer en las redes del poder del diablo; por ello, en el padre nuestro le pedimos que “no nos deje caer en tentación”. No obstante, al no poder vencer a Jesús, el diablo lanza sus ataques contra nosotros que, por ser los amados del Señor, también somos objetivo directo del maligno. Haciéndonos caer, ejecuta su venganza contra el Hijo de Dios. Si nos alejamos de Dios, terminamos esclavos de los instintos, pasiones y de las ansias de tener. El diablo conoce nuestro nombre, pero nos llama por el pecado, en cambio, el Señor Jesús, que conoce nuestro pecado, nos llama por nuestro nombre, el nombre de “hijos amados de Dios”. Las tres tentaciones se podrían reducir a una sola: Desviarnos del camino, de la verdad, de la libertad y de los planes de Dios. El tentador pretende, a como dé lugar, que prescindamos de Dios. Si confiamos en que lo material nos dará felicidad, si el dominio y el poder es lo que nos satisface, si queremos un Dios a la carta y que Él esté a nuestro servicio, no habrá espacio para Él y seremos bocado del maligno. Esta cuaresma, entonces, ha de ser nuestro desierto; la hora de construir nuestra vida en roca firme para superar las pruebas del maligno. No son pocas las ocasiones en que nos veremos tentados, como el mismo Jesús, pero hay una forma de poder salir airosos como él: siempre recurrir a Dios; y aunque a veces podamos tropezar, habrá que levantarse para seguir adelante caminando hacia el encuentro con el Señor resucitado.
En las tentaciones Jesús hizo la experiencia de su pueblo, el de ayer, el de hoy y el de siempre. Y es porque las tentaciones siguen teniendo raíces profundas dentro de nosotros: ¿Alguien se siente libre de la tentación de utilizar a Dios a su servicio? ¿de culpar a Dios de lo malo que hacemos nosotros mismos? ¿de acaparar y olvidarse de los demás? ¿de las ansias de poder a como dé lugar? O ¿de las ansias de ser tenido por grande y admirado? Las tentaciones, como los pájaros, no dejan de revolotear; lo importante es no dejarlas anidar en el corazón. El mecanismo del tentador, consiste en ofrecer las tentaciones envueltas en papel regalo. No en vano Jesús llama al diablo, “padre de la mentira”; él nunca presenta al mal como pecado sino como placer, como éxito, como felicidad, como apetito gustoso, atractivo y deleitable. El tentador no se presenta como un peligro sino bajo la máscara de la adulación y de la mentira.En las tentaciones Jesús se bate en una lucha sin cuartel contra el diablo, porque ve en riesgo la obra más amada del Padre. A su vez, el demonio sabía bien a quien se enfrentaba. Esta cuaresma es un tiempo privilegiado de gracia y de bendición para revestirnos con las armaduras del Señor: la gracia, las obras de caridad, la penitencia, el ayuno y, ante todo, la oración. Sólo así se podrá resistir a las ofertas del pecado que se camuflan bajo la apariencia de felicidad, bondad y poderío. Gracias al triunfo de Jesús sobre las tentaciones, sobre el pecado y sobre la muerte, la Cuaresma es camino hacia la Pascua, hacia lo nuevo, hacia la libertad. En esta cuaresma la iglesia nos ofrece la oportunidad de purificar nuestros corazones, invitándonos a buscar la reconciliación, el perdón, y a vivir el amor con los pobres a través de la limosna, a nosotros mismos a través del ayuno y a Dios a través de la oración.Si somos tentados como Cristo, también como Él y precisamente unidos a Él, podremos vencer la tentación. Fieles a Él, venceremos con Él y como Él. Nuestra victoria será posible, si alejamos cuanto nos acerca del mal. Entre más cerca del Señor, más lejos del mal. Que este viaje cuaresmal nos regrese a la casa del Padre por la ruta que es Jesús. Él es la autopista que nos lleva a la casa de Dios. Despojémonos de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.Como el labrador en tiempo de invierno poda los árboles para que den más frutos, podemos nuestras inclinaciones, pecados y afectos desordenados, para que nuestra vida sea un reflejo de la vida de Cristo. Como el niño necesita nueve meses de gestación y un parto doloroso para su nacimiento, que esta cuaresma sea propicia para nuestra gestación y nuestro nacimiento pascual. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición. Recordemos que, de este viaje cuaresmal, nuestro destino es Dios, nuestra ruta es Jesús, y nuestro mapa y guía, el Espíritu Santo. Feliz semana para todos; que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |