Chía, 10 de Enero de 2021
Saludo
cordial y bendición a todos ustedes, discípulos y misioneros de esta comunidad
de Santa Ana.
"En el Hijo amado…Somos hijos
amados de Dios"
Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
Con esta festividad del Bautismo del Señor, se cierra el tiempo de navidad y comenzamos el Tiempo Ordinario, en que meditamos a Cristo, Salvador del mundo. Con el bautismo en el Jordán Jesús deja la vida silenciosa de Nazaret y comienza su misión mesiánica. Isaías habla del elegido que promoverá el derecho y la justicia, curará y librará. El
"elegido" fue investido como Mesías en las aguas del Jordán donde se
escuchó la palabra del Padre.
En muy poco tiempo la liturgia nos hace pasar del niño Jesús en la cuna del pesebre, a la madurez de Jesús, el Hijo de Dios. Cristo estuvo preparándose para su misión durante 30 años, una misión que consistió en hacer cercano al hombre el Reino de Dios. A lo largo de esos años Jesús fue descubriendo su identidad. Para descubrirlo, Jesús siente una llamada especial, es lo que hoy recordamos en la fiesta de su Bautismo. Esta fiesta del Bautismo del Señor nos lleva al inicio de las cosas. Así como en el principio el Espíritu se cernía sobre la superficie de las aguas, en la escena que hoy contemplamos, el que va a ser Redentor de la humanidad brota de las aguas del Jordán y es señalado por el Espíritu eterno como Salvador. Por el Bautismo, el Señor nos asocia a su proyecto, nos adopta por hijos suyos. Además de tener a nuestros padres, por el bautismo somos, ante todo, hijos de Dios, con todos los derechos y también los deberes que esto significa. Ya no somos meramente humanos; ahora llevamos la impronta de Dios. Jesús está a punto de iniciar su misión y busca a Juan Bautista, que predicaba junto al Jordán. El evangelio asegura que Juan se veía como un siervo que anunciaba la llegada del Mesías. Jesús se acerca a Juan. Quiere ser bautizado. Es claro que no viene por un bautismo de regeneración, sino que, el mismo autor del bautismo, quiere inaugurar su tarea.El Padre de los cielos convierte la escena en una escuela personal para Jesús. Él nació de las entrañas de María. Ahora, al salir del agua, oye al Padre Dios decirle: “Tú eres mi Hijo muy amado”. Igual que María, su Madre lo presentó a los pastores y a los magos del Oriente para que le adoraran, el Padre lo presenta ante el mundo, señalándolo como su “predilecto”, como sus “Hijo amado”. Por fin, igual que la estrella le distinguió entre la multitud, Jesús ve cómo el Espíritu Santo le reconoce entre la muchedumbre y, así como la paloma va directo al lugar de su origen, el Espíritu Santo viene a él para habitar en él. El Espíritu sabe que Jesús es su hogar perpetuo. De otro lado, el Bautismo del Señor, además, inaugura el anuncio del Reino del Padre y constata que Jesús inicia la nueva creación. El Señor aparece ante nuestros ojos, finalmente, como nuevo Moisés que, rescatado de las aguas, inició el proceso que culminaría con la ruptura de las cadenas de esclavitud que ataban de pies y manos a sus hermanos. Dejemos que la Palabra de Dios nos acompañe esta semana y así como Juan Bautista, gracias a la fe, fue el único que logró de ver a Jesús como el Cordero de Dios, también nosotros, con el auxilio de Dios y con una mirada dócil, nos esforcemos por ver aquellas cosas que por más que la razón no las entienda y quiera negarlas, la fe nos las asegura. Esos misterios que la razón se niega a aceptar, y que la fe sí es capaz de hacer que los veamos. Juan nos enseña que cuando no veamos nada, preguntemos a los que ven.Queridas familias: El Papa Francisco nos sugiere que busquemos la fecha de nuestro Bautismo, porque esa es la fecha de nuestro nacimiento a la Iglesia, la fecha en la cual nuestra mamá Iglesia nos dio a luz. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org y por el Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, - en este año dedicado a san José- , la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que la presencia de la Santísima trinidad en nuestras vidas, nos bendiga, nos acompañe y nos proteja como sus hijos amados.Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía
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