Saludo Solemnidad Corpus Christi, 6 de Junio 2021, Ciclo B

publicado a la‎(s)‎ 3 jun 2021, 14:08 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 10 jun 2021, 12:22 ]
Chía, 6 de Junio de 2021

  Saludo y bendición, queridos discípulos-misioneros de esta comunidad de Santa Ana.

Eucaristía: Dios con Nosotros y Nosotros con Dios

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   Hoy celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, el Corpus Christi. El sacramento por excelencia, presencia real del Señor en el sacramento de la eucaristía. Ya, desde niño, Jesús era como un pan divino que se ofrecía como alimento. Él nació en Belén que en Hebrero significa “casa del pan”. Dos días en el año acentúan el resplandor de la Eucaristía: el Jueves Santo, en el que se conmemora su institución, y la fiesta del Corpus Christi, centrada en el misterio de la presencia real del Señor en la Eucaristía.
 

   La fiesta del Cuerpo y Sangre de Jesús tiene mucho de Navidad porque, aquella noche del Jueves Santo, Jesús como que volvió a nacer, pero esta vez, No en un pesebre, sino en un pedazo de pan y en un poco de vino. Y también tiene mucho de Pascua, porque es el sacramento del Cuerpo entregado y la Sangre derramada en el misterio de la cruz y la experiencia de la resurrección. 

   La Eucaristía es el único sacramento que nos presenta a Cristo vivo bajo las especies del Pan y el Vino. Desde aquel Jueves Santo, cada eucaristía es el sacramento de la común-unión, vínculo del amor fraterno y signo de unidad. 

   Tiene, por tanto, un valor redentor, porque renueva su sacrificio en el altar, conmemorando los misterios de la redención. 

   En la última cena, en el pan, Jesús quiso “quedarse a sí mismo” entre nosotros. Él es “el pan rodeado de discípulos, el pan “partido y entregado”, el “pan de vida”, y “El que coma de este pan vivirá eternamente”. Él mismo había dicho que “el grano que no muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”. Las vidas que no mueren renunciando a sí mismas, terminan muriendo en su infecundidad. Mientras que las vidas que mueren sacrificándose por los demás, son vidas que florecen en nuevas vidas. Lo que no se da, se muere, y lo que se da se hace vida. 

   “Así como el pan es uno, nosotros, aunque seamos muchos, somos un solo cuerpo, porque participamos del mismo pan”. En cierto modo nos convertirnos en “cristianos eucaristía”, y Cristo nos asimila a él, hace de nosotros, “nuevos Cristos” que se encarnan en un pedazo de pan. No sólo alimenta nuestro cuerpo, sino también nos alimenta el alma con la eternidad y, -como en la procesión, que va solemne por las calles-, tendremos que llevar solemnemente a Jesús-Eucaristía en nuestro corazón. Luego de recibir la Eucaristía con pureza de corazón, podremos regresarnos por otro camino, el camino de la conversión, para dar sabor al mundo. 

   No podemos pedir al "Padre nuestro que nos dé el pan de cada día" sin pensar en aquellos que pasan dificultades. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. Tampoco podremos desearnos la paz sin estar dispuestos a tender una mano a los necesitados. Es parecerse al pan, que con paciencia se deja amasar, cocer y partir para alimentar a los menos favorecidos. Se requiere la humildad del pan para no figurar en la lista de los platos exquisitos, pero sabiendo que siempre está acompañando, cultivando la ternura y la bondad porque así es el pan, tierno y bueno; dispuestos, incluso, hasta el sacrificio de dejarse fraccionar para alimentar a muchos más. El Corpus Christi, sea por excelencia la fiesta de la caridad eterna. Es Dios con nosotros: “el que está”, pero es, “comunión”, y ser comunión es vivir para el otro, vivir con los demás y para los demás.

 

   En la vida diaria Dios nos asegura un pan material que nos llena de energía y repone nuestra fuerza. Ese pan siempre está en la mesa de pobres y ricos, se fracciona y se desmigaja para alimentarnos. En Él se saborean los esfuerzos y la entrega generosa de tantas manos anónimas, fruto de la tierra y del trabajo de los hombres. 

   Si necesitamos este pan material, con mayor razón necesitamos el pan espiritual, el que viene del cielo. Dios desciende hasta la mesa del altar asegurándonos el alimento de la Eucaristía, para que, quienes nos alimentemos de él, descendamos luego -junto con Él y por Él- a los innumerables altares del mundo donde se sacrifican ilusiones y esperanzas, sueños e inquietudes. 
 

   Recibimos la Eucaristía, y ella nos impulsa a ser “el pan que come el otro, el pan que; el pan que es entregado por el otro”. En el Sagrario Dios está con nosotros, en la comunión, Dios vive en nosotros. Cuando le visitamos en el sagrario, estamos viviendo con él y cuando comulgamos Él vive en nosotros. Al comulgar el uno debiera ver al otro como un don y sentirse a la vez un don para el otro. 

   ¡Qué gran regalo y que gran misterio!: todo un Dios que se queda con nosotros de manera tan sencilla, en algo tan vulnerable como es el pan, tan al alcance de todos, tan cercano a todos, porque así es Dios. 


   Un Dios con el Hombre, un Dios para habitar en el corazón del hombre y alimentar su alma sedienta.


¡Qué milagro admirable: ¡que la boca del pobre pecador, se pueda comer a su propio dueño!  

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren.

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía