Chía, 27 de Diciembre de 2020 Saludo
cordial a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana en Centro Chía. "Jesús,
José y María, Sed la Salvación Mía" Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Seguimos celebrando la Navidad como irrupción de Dios en la historia
haciéndose hombre como nosotros. Y hoy, adentrándonos en el portal de Belén,
descubrimos la más bella institución que aporta sensibilidad, valores,
equilibrio, seguridad, fe y esperanza: la Sagrada Familia.
San Lucas nos presenta a Jesús en brazos del anciano Simeón, quien se convierte en el símbolo de los abuelos amorosos con sus nietos. Símbolo del encuentro entre el ayer y el presente en un mismo abrazo. Son los ancianos que reciben con gozo en sus brazos a lo nuevo. Los ancianos que se sienten felices de ver retoñar lo nuevo. Simeón, tiene la dicha de ser el único de quien se dice que “tomó en sus brazos” al Niño Jesús. Para él, era como ver la aurora o el amanecer de las promesas de Dios cumplidas y realizadas. Pero a la vez, se convierte en el profeta que anuncia desde el primer momento que el futuro del niño y de la madre no será nada fácil. Jesús se encarna en una familia maravillosa. Pero una familia real, no exenta de problemas. Es una familia normal. Religiosamente única. Y a pesar de la grandeza de sus tres personajes, es una familia que deberá pasar por problemas. El Niño será un “signo de contradicción”, y a la “madre” una espada le atravesará su corazón. Sabemos que no existe familia sin inconvenientes. Hasta la de Nazaret, tocada y bendecida por Dios, tuvo que sortear un mar de dificultades. Desde el “Sí” de María, pasando por los sueños de San José, las puertas cerradas o la huida a Egipto, nos hacen caer en cuenta que los grandes amores son los que más hay que cuidar. Y que, los grandes amores, son los más probados. No hay gran empresa, aunque sea inspirada de Dios, que no tenga sus tropiezos, y nuestras familias, tan atacadas en medio de la sociedad, son un estímulo para recuperar la ternura, el cariño, la unión, los valores y la paz social que cada día más se añora.En este tiempo de navidad, la Sagrada Familia nos llama a orar por ella, a defenderla y promoverla. La fiesta de hoy es una invitación a los esposos e hijos para permanecer unidos en Dios, fuente del amor auténtico, y reconocer que en la familia lo más importante es Dios. Hay familias que no les falta materialmente nada; hay casas que lo tiene todo, pero no tienen el toque sagrado ni el amor de Dios. Precisamente, Dios, fuente infinita de sabiduría, quiso que fuera en la sagrada familia en donde él mismo nos proporcionaría el ambiente para crecer, como el niño Jesús, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los demás. Sólo así, el mejor pedagogo para la educación de los hijos es el amor, la oración y el testimonio. María y José se pusieron manos a la obra para salvar la obra de Dios. Uno, como carpintero, y María, como portadora de la Buena Noticia. Supieron estar en el lugar que les correspondía y siendo responsables de lo que Dios les confió. La familia lejos es como un altar sagrado donde se ponen las tildes y las comas para que, el día de mañana, los hijos puedan escribir correctamente. Y, aun así, no está garantizado el éxito. La Sagrada Familia nos trae una buena catequesis: la confianza, el amor y la fe en Dios, por parte de José y de María, decoraban el ambiente de aquel primer hogar cristiano. Jesús, el camino a la sinagoga o la familiaridad con la Ley, la aprendió de pequeño. Desde que fue niño, vería a unos padres comprometidos con Dios, enamorados de su causa y cercanos a su Ley. Fueron, sin dudarlo, los primeros y mejores catequistas en la vida del Niño Jesús.En la familia nacimos, en ella crecemos y en una familia moriremos. El alma se nos rompe cuando alguien de ella muere. Y será, entonces, la familia trinitaria la que nos reciba en el cielo. La familia es el regalo más bello, porque a través de ellas pasan los mismos legados de dios que valen más que cualquier herencia material. En Jesús, Dios hace suyos los valores más nobles y viene a vivirlos, y la familia, sin duda alguna, es el más sagrado de ellos. Confiemos, entonces a Dios nuestras familias con todas las fatigas y las alegrías, con las pobrezas y las contradicciones. Confiémoslas a Dios porque él habita en cada una de ellas. Que Jesús, María y San José en este año dedicado a él, nos ayuden a cuidar de la más bella institución en la que hemos nacido. Se suele decir que una cosa no se valora hasta que se pierde. Que, en medio de tantos ataques que se lanzan contra la familia, como institución divina, sepamos dar gracias a Dios por esa gran escuela, universidad, taller y semillero de valores que son nuestras familias, porque sólo así seremos hombres y mujeres con raíces y legados que nadie nos podrá quitar.Que este nuevo año que Dios nos permite, sea una oportunidad para amar más nuestras familias, para fortalecer los lazos del amor en ellas, y más en este tiempo donde hemos pasado tantas dificultades. Que volvamos nuestros corazones a Dios y nos aferrarnos a Él, único refugio en donde estarán seguras nuestras familias. Que las madres sean con María; los padres como San José, y los niños imiten a Jesús de Nazaret. “Que los papás repitan: Dios bendiga siempre a nuestros hijos, porque a nosotros ya nos bendice con ellos” En nombre de Monseñor Héctor Cubillos Obispo de la Diócesis de Zipaquirá, les deseamos a todas las familias, un santo y feliz año 2021. Que Dios los bendiga a todos y la Virgen los proteja y los cubra con su manto. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |