Chía, 1 de Enero de 2019 Saludo cordial y bendición de año nuevo a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “Madre de Dios y Madre Nuestra,... Ruega por Nosotros”
El calendario litúrgico está lleno de todos los títulos que se le han dado a María. El más importante es el que hoy celebramos, pues el hecho de que sea la Madre de Dios, hace de ella la criatura más excelsa de las todas.
La alegría del día de Navidad se ha prolongado ocho días, y el último de ellos la Iglesia recuerda la maternidad divina de María, justo al comienzo del año civil. El mundo festeja con júbilo y grandes galas el cambio de calendario, recordando los acontecimientos habidos durante el año, hubieran sido alegres o tristes. Los cristianos damos gracias porque Dios ha bendecido a su pueblo con el nacimiento de su Hijo e imploramos su bendición para el año que empieza.
Por este misterio inefable, es que en la liturgia del primer día del año, la Iglesia nos invita a contemplar a la Madre del Redentor, nuestra madre del cielo, como el mejor modelo a seguir. Ella nos abre el camino y, así como guió a su Divino Hijo, nos recuerda que antes de heredar el reino de los cielos, debemos dejarnos tomar en sus brazos de madre, para que luego ella nos presente a Dios.
Corresponde a una real maternidad espiritual, porque es madre de Jesús y su más íntima compañera en la economía de la salvación. Ella continúa desde el cielo cumpliendo su función maternal de cooperadora en el nacimiento y en el desarrollo de la vida divina en cada una de sus hijos, los redimidos de su divino hijo.
Como toda madre humana, María, no se limita a dar vida sino a alimentar y educar. ¿De qué modo coopera María? Mediante su incesante intercesión inspirada por una ardiente caridad. Ella aunque está inmersa en la visión de la trinidad no olvida a sus hijos desterrados como ella un día- en la peregrinación de la fe-. Más aun, en comunión con Jesús siempre vivo para interceder por nosotros, se hace nuestra abogada, intercesora y mediadora. Modelo y ejemplo de virtud, nos llama, nos mueve y nos anima a vivir una vida de perfección. Así como el poderoso hizo maravillas en ella, así las puede hacer en nosotros.
En la Encarnación, María acepta ser la madre del Salvador y, por ende, madre de los salvados. Es madre de la cabeza, y en el orden de la gracia, se convierte también en madre del cuerpo místico. No se puede concebir a una cabeza sin cuerpo. María da a luz virginalmente a Jesús en Belén, y da a luz a la Iglesia al pie de la Cruz, cuando acepta ser madre de los creyentes. Darnos a luz, conllevó mucho dolor, no se desgarraron sus entrañas, pero sí su corazón.
Es la única mujer capaz de ocupar el único y exclusivo puesto de nuestras madres, porque ellas también son hijas de tan majestuosa pastora y saben que bajo su protección y amparo descansan y colocan a sus hijos, y por haber llevado a su Hijo en sus entrañas, ella tiene un celestial don que siempre que la contemplamos nos inspira limpios sentimientos y nos eleva al cielo sin partir de este mundo. Pidamos al Señor, al celebrar esta solemnidad y al comenzar este año, nos regale un corazón agradecido, como el de la Virgen María, para que sepamos acoger y respetar cualquier brote de vida que el Señor quiera poner en nuestras manos, de manera que nos convirtamos en constructores del reino de Dios. Que la presencia de María, ilumine nuestros pasos todos los días del año que hoy felizmente hemos iniciado, para que, como auténticos discípulos misioneros, seamos testigos del amor nacido en Belén y portadores de la paz que el mundo anhela. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Junto a Monseñor Héctor Cubillos, Obispo de nuestra Diócesis, les enviamos nuestra bendición y les deseamos un FELIZ AÑO 2.019. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía ![]() |