Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. “Jesús, José y María, sed la Salvación Mía” Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, José y María. Una verdadera familia "sagrada". Bajo el misterio de la familia trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo y a la luz de la sagrada familia de Nazaret, toda “familia es sagrada”, porque Dios es familia, quiso nacer en una familia para que en toda familia nazca de Dios, y sea sagrada.
En la familia de Nazaret, el Evangelio de hoy nos presenta el modelo de toda familia. Jesús, María y José vivieron en estrechez, sufrieron dificultades, afrontaron conflictos. Un día subieron a Jerusalén con motivo de la Pascua, y entonces el Niño se extravió entre la multitud. Aquellos buenos padres pasaron tres días muy amargos. Regresaron luego a Nazaret para vivir en el anonimato. Mientras corrían los años, José trabajaba de sol a sol en su carpintería. Nuestra Señora era un ama de casa, igual a muchas de la aldea. Y Jesús, como escribe san Lucas, “iba creciendo en sabiduría, en estatura y gracia ante Dios y los hombres”. La Familia de Nazaret es la más grande catequesis en donde se nos enseña el amor. Es el modelo más eximio para saber por dónde tenemos que ir y a dónde tenemos que regresar. En Belén descubrimos que el amor es lo más importante, porque es el amor del mismo Dios que es expande y adquiere un resplandor con dimensiones humano-divinas desde el momento en que Dios puso su morada entre nosotros. Si nos preguntamos, por qué la Sagrada familia de Nazaret fue sagrada, la respuesta es porque en ella habitó el mismo Dios. Desafortunadamente, hay familias que lo tienen todo, pero si no tienen a Dios en sus entrañas ni su bendición cotidiana, les faltará lo esencial. Hay familias que no les falta materialmente nada, hay casas que lo tiene todo, pero no tiene el toque de Dios, no tiene el amor de Dios.Precisamente, Dios, fuente infinita de sabiduría, quiso que fuera en la sagrada familia en donde él mismo nos proporcionaría el ambiente para crecer, como el niño Jesús, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los demás. Sólo así, el mejor pedagogo para la educación de los hijos es el amor, la oración y el testimonio en familia. Una familia sagrada, empieza con el ejemplo de los padres. Tal vez en el dinero se encuentre un poco de felicidad, en las amistades la alegría, en las medicinas la cura para la enfermedad, pero el amor solo se encontrará en la familia. A la familia le debemos todo. La familia unida, permanece unida para siempre. Ella es el seno espiritual donde se fomentan la fe y las costumbres, y cuando la familia está bien consolidada, es como un diamante indestructible.Por este soberano designio divino, es que Dios quiso ser familia trinitaria en el cielo (Padre, Hijo y Espíritu Santo); por ello Dios bendijo la familia, quiso nacer en una familia y consagrarla bajo su divino amparo. La familia es el comienzo y el final: en una familia nacimos, con ella desearíamos vivir y se nos rompe el alma cuando se fracciona o alguien de ella muere. Entonces será la familia trinitaria la que nos recibe el cielo. En alguna hermosa basílica, mientras la madre oía la Santa Misa, su niño se extasiaba mirando los vitrales multicolores. La luz de la tarde revivía los tonos del arco iris, proyectando sobre la nave espaciosa las figuras de los Apóstoles. El niño le preguntó a la mamá: “quienes son ellos”, y ella le respondió: son los santos. Cuando en la clase de religión le preguntaron al niño qué era un santo, el niño no vaciló en responder: “un santo es un hombre que deja pasar la luz”. Esta es la vocación de los padres y esposos: llenarse de Dios y dejar pasar la luz divina hacia sus hijos, por medio del ejemplo, la vida de oración y santidad.Así como el divino hijo, luego de haber venido del seno de la familia trinitaria, regresó al seno de su Padre, luego de cumplir su obra salvadora, regresemos también nosotros a casa, al seno de nuestra familia, quizá con el rostro marchito por las culpas y los desengaños, pero ansiosos de recobrar ese corazón inocente que un día gozamos en las entrañas de la familia que nos sostuvo en sus brazos, frente al altar en el bautismo.
Señor, que las madres sean como María, los padres como José, y los niños imiten a Jesús de Nazaret A todas las familias, y fieles en general, que nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos y a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Que Dios bendiga, guarde y proteja a todas las familias y la virgen las cubra con su manto. Un feliz año para todos.
Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |