Chía, 16 de Junio de 2019
Saludo cordial y bendición a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “Oh Trinidad Divina, Yo Te Amo, Yo Te Adoro” Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad, y es en nombre de ella: Padre (Creador), Hijo (Redentor), y Espíritu Santo (Santificador), que comenzamos la Eucaristía, los sacramentos, las oraciones y actos de la Iglesia. Al persignarnos hacemos una señal de la cruz en la frente, refiriéndose al Padre que está en todo; en la boca, indicando al Hijo, Palabra eterna del Padre, y en el pecho sobre el corazón, que simboliza al Espíritu Santo, Amor del Padre y el Hijo. Cada vez que nos persignamos, reconocemos y confesamos la sublimidad de dicho misterio.
Este misterio, aun siendo el más sublime de todos los misterios, se hace más cercano y digerible cuando lo contemplamos en la lógica del amor. Más que especulación, exige ser amado y vivido en la interioridad. Entonces, ¿por qué empeñarse en “saber o entender” cuándo es tan fácil amar? Dios no pretende que su infinito mar sin playas, pueda caber en nuestro mínimo pensar. Él sólo pide amor, y amándole mejor, mejor lo comprenderemos. “En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”. A partir de ahí, desde que nos levantamos, nos
santiguamos, nos bendecimos, nos
arrodillamos y nos perdonados “en el
Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Tenemos la certeza que
la santísima Trinidad nos está signando desde que salimos de casa, cuando
pasamos frente a una iglesia, o cuando regresamos a casa, y hasta cuando nos
vamos a dormir.
La Trinidad tampoco es un problema numérico, como si se tratase de que tres sean uno. Se trata de vivir la fe profundamente y experimentar personalmente el amor del Padre. Es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad. Dios no es abstracto, es concreto y tiene un nombre: "Dios Amor". No como un amor de sentimiento o emoción, sino como el amor que es fuente de toda la vida: el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu, que renueva al hombre y al mundo. Por eso rendimos gracias al Dios Amor que nos llama a entrar en el abrazo de su comunión: la vida eterna. La Santísima Trinidad, es, entonces, la fiesta de Dios, pero también en nuestra fiesta porque el mismo Dios hace fiesta en el recinto de nuestro corazón. Somos su familia desde que estamos habitados por Él.Dios es amor, y lo más maravilloso y divino que Dios nos obsequiado es el amor. De ahí que podemos encontrar a Dios en lo más profundo de nuestro ser, en lo más recóndito de nuestro espíritu, como el “dulce huésped del alma”. Dios allí habita. San Pablo, por su parte, nos recuerda que “somos morada de la Santísima Trinidad, templos vivos de Dios y del Espíritu Santo”. Si hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad como el “Dios amor” también tendríamos que celebrar “al hombre que es amado y que ama”. Al hombre que busca las entrañas de Dios. Si somos dóciles al Espíritu, Él nos irá acomodando en las entrañas del Padre y del Hijo. En este sentido, quien se abraza dócilmente al misterio de la Trinidad, se vuelve solidario con los demás. A manera de analogía, relacionemos a Dios, con lo que sucede en película en tercera dimensión, en la que intervienen el Padre [la altura de sus planes], el Hijo [la anchura de la Palabra que se extiende por el mundo entero, sus brazos extendidos en la Cruz que ensanchan nuestro corazón] y el Espíritu Santo [la profundidad que nos lleva al Corazón de Dios]. En la dirección de la cinta encontramos al Padre, en los efectos especiales al Espíritu y el papel protagonista recae en Jesús, estrella de la evangelización. Tenemos que volvernos “creadores” aprendiendo, del Padre del cielo, a sumar a la creación y cuidar de ella porque es la casa común de todos y para todos. Podemos ser “salvadores” salvando vidas cuando perdonamos a alguien de corazón, cuando damos de comer a un hambriento o vestimos al desnudo. Cuando, olvidándonos de nosotros, damos todo lo que somos, con tal de que otros vivan. Podemos ser “maestros” que transmitimos lo bueno que hemos aprendido de parte de Dios. Podemos preguntarnos: ¿Qué tanto me parezco al Dios Uno y Trino? ¿Cuánto tengo de creador, salvador y maestro? ¿Soy capaz de escuchar la Verdad de Dios dicha por el Espíritu?A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que el Padre, - “Dios por nosotros”- los proteja; que el Hijo, - “Dios con nosotros”- los bendiga; que el Espíritu Santo, - “Dios en nosotros”- los acompañe siempre, y la Virgen María los cubra con su manto. Feliz semana para todos. “Santísima Trinidad, acompáñanos en los viajes de esta vida y en el viaje a la eternidad”. Amén. |