Saludo cordial y bendiciones a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. " Bendito el que viene en nombre del Señor "
Con el Domingo de Ramos nos introducimos en la celebración de los misterios más hondos y bellos de nuestra fe. Es el preludio desde el que ya vemos la grandeza de la Pascua que nos espera.
En la entrada de Jesús en Jerusalén encontramos unidas, de antemano, tanto la realeza del Señor como la humildad, la cual culminará en la cruz.
A la alegría expresada durante la entrada solemne al templo le sigue Inmediatamente la lectura de la Pasión. De ahí que cada Domingo de Ramos es, por un lado, día de júbilo y aclamación del Señor, y por otro, día de abandono, de pasión y de muerte de cruz.
Es el Domingo de Ramos, pero también es el Domingo de Pasión porque la misma multitud que le había vitoreado durante el desfile, le abuchearía días más tarde. Habían sido cautivados por su palabra, alimentados con pan y pescado, curados de sus enfermedades, exorcizados de sus demonios, y sin embargo, al presentir la realidad de la cruz, todo cambió, y aquel jubiloso “Hosanna” se convirtió en el grito: “¡Crucifíquenlo!” Jesús entra como Rey, pero no viene a dominar, sino a servir a la humanidad. – Entra glorioso y aclamado, pero de forma completamente humilde. – Viene dispuesto a combatir, pero su lucha es contra el pecado. – Viene armado para la lucha, pero su única arma es el amor. –
Triunfa en su batalla, pero su victoria, que es el triunfo de la fidelidad a Dios y de la solidaridad con el hermano, encuentra su máxima consumación en la cruz. – Finalmente, el victorioso acaba entronizado, pero no en un palacio humano, sino en la misma Gloria del Padre, por medio de su Resurrección y Ascensión a los cielos.
Vivir la semana Santa es recorrer los pasos de Jesús desde la entrada a Jerusalén hasta la resurrección. Es descubrir qué pecados hay en mi vida y buscar su amor misericordioso en el sacramento de la reconciliación. Es afirmar que Cristo está presente en cada Eucaristía y vive en cada uno de nosotros.
Nada se compara al perdón y al amor de Dios, que como en cascada viene desde la Cruz en torrentes de misericordia y de gracia. Nada tan divino y salvífico como la redención obrada en Jesucristo. Es lo único válido y definitivo para cuando nuestros ojos se cierren a las vanidades de esta tierra y tengan que abrirse, para gloria o condena, en la eternidad. Un refrán dice: “muerto el cantor, no muere el cantar”. Son muchas las voces que cada día recuerdan las palabras y los gestos de Jesús, cuando algunos fariseos le piden que reprenda a sus discípulos y él responde: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras». Estas palabras también nos interpelan a cada uno de nosotros.
Los cristianos estamos llamados a confesar a Jesucristo, como ha dicho el Papa Francisco a los cardenales: “Si nosotros callamos, el Señor buscará otros mensajeros más fieles a su vocación”. En esta Semana Santa, vivamos con intensidad la Pasión, sigamos a Jesús en sus últimos días antes de su muerte y abramos el alma a la luz de la resurrección. Emprendamos esta semana de misericordia con un nuevo ardor y tratemos de mantenernos con coherencia entre la fe y la vida. Así como las palmas se abren para ver pasar al Señor en Jerusalén, se abran nuestros corazones para experimentar el paso del Señor en nuestras vidas.
Que nuestras vidas aclamen y proclamen la presencia del Señor Jesús que en este año de la misericordia pasa por nuestros corazones.
Que nuestros ramos, que son brotes nuevos de propósitos santos, no se marchiten, sino que florezcan en obras de misericordia y amor, propios de esta semana mayor. Que el Ramo que llevamos hoy, indique que somos de los que queremos gritar: “Hosanna” y no “crucifícale”, y que con la ayuda del que todo lo puede, demos nuestra vida, como Él la dio, por todos los hombres. !Bendito el que viene a mi vida, a mi familia, a mi comunidad. Hosanna en el cielo!
Feliz Domingo de Ramos y feliz Semana Santa para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja.
Luis Guillermo Robayo M. Pbro.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía
HIMNO DE ACLAMACIÓN Hoy me he vestido de fiesta, para seguirte los pasos. Y he salido a la calle, con mi ramita en la mano. Vas montado en un burrito. Todos te van saludando. Y yo levanto mi rama, y tú mi rama has tocado. Oh Jesús de mi vida, siendo amor, perdón y entrega, has cruzado la muralla, sabiendo lo que te espera. |